Tsunami

Le di la espalda, pero igual oía. Oía el sonido del mar. Esta vez era distinto. No podía soportar el estruendo, parecían caballos, enormes caballos galopando hacia mí con la única intención de pisarme y de destrozarme en mil pedazos. Quería ser ciego para poder darme vuelta y no mirar. Sentía que ya estaba cerca, que ya miraba a mis espaldas, me di vuelta y la vi. La ola me miraba con sus ojos marinos, más alta que el caballo de Troya. Sonreí, cerré los ojos y no vi más.

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