El árbol que se había prendido fuego, ya estaba apagado. Sus ramas, ahora negras, antes eran marrones, amarillas y rojas.
Sus flores, ahora secas, antes decían tu nombre, pues ahora se olvida el viento de escuchar sus gritos, de pronunciar tu nombre.
El árbol ya está apagado, su corteza fría, sus ramas rotas. Ya no esperará setiembre, ya no esperará más rosas.
El árbol tiene miedo de los pobres, miedo de la guerra, miedo del hombre.
Pues solo un rumor de llamaradas apenas pronuncian tu nombre.